miércoles, 1 de agosto de 2007

El precio de la belleza


Medusa era una joven lidia muy hermosa. Tan hermosa que llamó la atención del Rey de los mares, el Dios Poseidón, el poderosísimo hermano del Rey del Universo, Zeus, y, por tanto, una de las Divinidades de Primera Magnitud del Olýmpos.
Cuando la belleza de una mortal llamaba la atención a un Dios, éste no solía perder el tiempo y se lanzaba a la conquista de la muchacha de inmediato. Esa urgencia se debía, seguramente, a la proverbial promiscuidad del Rey del Universo, ya que Zeus se complacía de recorrer el mundo en busca de “aventuras galantes”, por llamarlo de una manera que no hiera susceptibilidades. Entonces, al encontrar Poseidón una joven belleza que le gustó, naturalmente se apresuró a su conquista antes que su siempre predispuesto hermano se le adelantara.
Difícil debía ser, a una doncella hermosa, no ceder ante las pretensiones de un Dios. ¿Qué halago mayor que un Dios pretenda nuestra “estimación”? Supongo yo que, como Semele, la madre de Dionisos, quien sería luego el Dios del vino, pedían a sus pretendientes pruebas de su divinidad, no vaya a ser que era algún mortal pretendiendo ser un Dios para obtener su “favor”. Cosa muy arriesgada, ya que al enterarse en Dios que se había usurpado su identidad el mortal sería castigado de lo más severamente, lo que, desde el punto de vista de “la vida vale menos que el amor” dolinesco, no tendría la mayor importancia. Sin embargo, en los preceptos dolineanos no cabe el engaño como forma para obtener el amor de la persona amada. ¿O sí? A Semele, pidiéndole a Zeus que le demostrase su Divinidad, no le fue bien: Quiso verlo con toda su magnificencia de Zeos Olympikós (Dios Olímpico). Zeus le había prometido que quisiera y tuvo que cumplir. Semele fue calcinada por los rayos del Zeus Olympikós. El hijo fue cosido por Zeus a su muslo y allí terminó su gestación, se llamó Dionisos, “el dos veces nacido”. No confundir las palabras “Zeos”, Dios, con “Zeus”, el nombre del Rey del Universo, que en griego se pronuncia: “Shebs”.
Volviendo a Medusa, la encontramos en el templo de Atenea (Azína, en griego), la Diosa virgen y casta de la Sabiduría, a quien no le gustó, para nada, que Poseidón y Medusa dieran rienda suelta a su pasión en el interior de su templo. Los mitos no aclaran si Medusa pidió una prueba de su divinidad al Dios–Mar, yo supongo que sí.
En aquellos tiempos mitológicos, los Dioses veían “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”, y castigaban con severidad mortal las faltas de los hombres mientras ellos cometían las mismas, o tal vez peores (“Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, es aplicable también). Sin embargo, Azína no era ejemplo de esto, ella no andaba demostrando su estimación en templo ninguno, siendo que era una Diosa casta. Pero no castigó a su tío Poseidón (pronúnciese: “Posidón”), sino, a la pobre Medusa, cuyo único pecado era ser bella.
Azína convirtió los cabellos de Medusa en serpientes y esto le dio a sus ojos la capacidad de transformar en piedra a quien los viese. A interpretación mía, serpientes en lugar de cabellos no quitan la belleza a un rostro, pero el precio por contemplar esa belleza era, una vez más, la vida, estatua de piedra por la eternidad.
Perseos y su madre, Dánae, andaban exiliados de su Argos natal por un Oráculo que decía que el hijo de Dánae mataría a su abuelo. Dánae también era hermosa y su hijo era fruto del amor de Zeus, que entró en la torre de la Princesa en forma de Lluvia de Oro. El Rey que los cobijaba, naturalmente, se enamoró de Dánae, pero no podía intentar conquistarla con Perseos dando vueltas por ahí. Adolescente jactancioso, Perseos prometió como regalo de cumpleaños para el Rey, la cabeza de Medusa, como ya hemos dicho, podía convertir en piedra a quien la mirase y, se decía, lo continuaría haciendo, aún decapitada.
Azína se apresuró a prestar ayuda a su medio hermano Perseos, un Semidios, los llamados “héroes”, ya que su madre era mortal, proveyéndole de armas divinas para enfrentar y vencer a Medusa. Las sandalias aladas de Hermes, el mensajero divino, Dios de la comunicación (¡y los ladrones!), el casco de invisibilidad de Hades, el Rey de los Infiernos, y su propio escudo.
Resumiendo la historia, Medusa perdió su cabeza, que siguió convirtiendo en piedra a quien la mirase, primero como arma utilizada por Perseos, después como defensa en la égida de Azína (Atenea).
El precio de la belleza de Medusa su propia vida, la de aquellos que la vieron antes que Perseos la decapitara, y las de los que la vieron después.
Todo eso, sólo por ser bella.

Mat Elefzerakis

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