domingo, 15 de julio de 2007

La Revolución Rusa: “¡Todo el poder para los soviet!”


“A cada modo de producción corresponde no sólo un sistema de relaciones sociales de producción, sino también un sistema de derecho, de instituciones y de formas de pensamiento”; VILAR, Pierre, La transición del Feudalismo al Capitalismo. 1974.

“Del mismo modo que un herrero no puede tomar con su mano desnuda un hierro candente, el proletariado tampoco puede conquistar el poder con las manos vacías: le es necesaria una organización apropiada para esta tarea”; Trotsky, Liev, Historia de la Revolución Rusa (II). 1932.

“Cuando la tierra pertenezca a los campesinos, las fábricas a los obreros y el poder a los soviet, entonces sabremos que tenemos algo por lo cual luchar y lucharemos por ello”. Un soldado desconocido de la División 548, citado por HILL, Christopher, La Revolución Rusa. 1983.



1. Los campesinos: Señores feudales locales e inversores burgueses extranjeros

Eric R. Wolf hace un gran análisis sobre la situación del campesinado ruso (el mujik) en Las luchas campesinas del siglo XX. En el segundo capítulo, dedicado a Rusia, Wolf anuncia la existencia de un tipo de esclavitud por deudas, fomentada por los señores, para obtener mano de obra para trabajar las crecientes extensiones de tierra cultivada a su disposición.

El campesinado ruso era nómada. Pero ese nomadismo comenzó a ser limitado desde arriba, para organizar al pueblo para el servicio, militar y agrícola, bajo la jerarquía de los señores, al servicio de la Corona.

Los cosacos se alzaban contra la creciente centralización del Estado, pero no intentaban resolver la situación campesina, los campesinos que se les unían perdían su condición, transformándose en cosacos. Los disturbios campesinos y los levantamientos cosacos se influían mutuamente, “nunca hubo una época en que los campesinos estuvieran totalmente tranquilos. Entre 1826 y 1861 hubo 1186 levantamientos campesinos, mostrando cada lustro un incremento continúo” (Wolf; p. 81). Los siervos del Estado recibían moderados pagos. Pero servían de reserva de mano de obra para que los gobernantes los donen a propietarios privados. La tecnología aplicada en la agricultura era la tradicional, rudimentaria y estacionaria durante la mayor parte del siglo XIX. “Los señores tenían el 50% de la tierra cultivable. Durante el siglo XIX hubo una tendencia a incrementar la cantidad de tiempo de trabajo en tierra de los señores, de tres días a la semana a cuatro, cinco e incluso seis” (Wolf; p. 83).

“En 1861 los siervos fueron liberados en una importante reforma agraria, estimulada por el temor expresado por el zar Alejandro II de que 'es mejor liberar a los campesinos desde arriba' que esperar a que cuestionen su libertad con levantamientos 'desde abajo'. Las presiones para la emancipación se expresaron de manera diferente en las tierras negras del sur que en las tierras del norte. En las zonas de tierra negra, en las cuales el cultivo era productivo y lucrativo, el interés de los terratenientes consistía en apropiarse de tanta tierra como fuera posible, y en dejar a los campesinos tan poca como pudieran, forzándolos así a trabajar en las propiedades de los nobles. En el norte la agricultura era pobre y la tierra tenía poco valor; allí el terrateniente obtenía el excedente de los pagos de los derechos en especie o en dinero y estaba interesado en deshacerse de tierra improductiva buscando en cambio una máxima compensación por la libertad personal de sus siervos. Mediando entre estos intereses divergentes, Alejandro II y sus consejeros –actuando en interés del Estado como un todo– buscaron evitar una situación en que los siervos obtuvieran su libertad pero perdieran su tierra” (Wolf; p. 84–85). Sin tierra, el campesino no era realmente libre. Continuaba privado de lo más necesario, como en los siglos anteriores. Pero los transformaba en proletarios. Entregándoles tierras se intentó evitar la proletarización, evitar las conmociones sociales y políticas de Occidente.

Esa libertad, para Christopher Hill, era “una ficción, una fachada tras la cual la aristocracia y la burocracia seguían monopolizando el poder. No habían en Rusia base social capaz de asimilar y aprovechar las nuevas corrientes” (Hill; p. 19; 1983).

Pero la libertad debía ser comprada, continúa Wolf. El Estado anticipaba el 80% de la cantidad. La reintegración por parte de los campesinos debía pagarse en los siguientes 49 años, a una tasa anual de interés del 6%. A los campesinos les resultaba dificultoso reunir el 20% que ellos debían pagar. Algunos pasaron a ser temporalmente dependientes, otros aceptaban pequeñas asignaciones de tierras a cambio de la total libertad. Pero la reforma agraria era incompleta, le faltaba una expropiación de tierra a los terratenientes nobles y un reparto de la misma a los campesinos, como culminación natural del proceso.

José G. Vazeilles, por su parte, dice que la abolición de 1861 es la “penetración de las relaciones capitalistas en el campo” (Vazeilles; p. 25; 1971), mediante la diferenciación entre los kulaks, los campesinos ricos, y los campesinos pobres. De acuerdo con Hill, Vazeilles explica que la abolición “más que la coronación de un desarrollo capitalista de las fuerzas productivas dirigidas al mercado interno, fue el producto combinado del interés de los grandes terratenientes del sur en ampliar sus exportaciones de cereales a un mercado mundial en expansión y del temor, generalizado en la aristocracia, a las rebeliones campesinas. Lo cierto es que en los veinte años anteriores a la Reforma hubo casi un millar de revueltas campesinas y en ellas fueron ejecutados cientos de terratenientes y representantes de los mismos” (Vazeilles; p. 25–6; 1971).

“La nueva legislación fortaleció así a la comuna [el mir] como uno de los baluartes contra la difusión del desorden social” (Wolf; p. 90). El estado transformó al mir en la unidad principal dentro de la comunidad rural, haciendo de ellos campos de batalla debido a la divergencia de intereses. El mir estaba formado por los antiguos siervos y sus descendientes asentados en la aldea, una aldea podía albergar más de un mir o un mir englobar más de una aldea. La comuna distinguía la propiedad privada familiar, y la colectiva de praderas y bosques. Cada familia trabajaba su parcela, no había no trabajo ni parcelas comunales. Apoyados por el crecimiento poblacional, tras la reforma, los mir hicieron una reasignación de tierras. Mir significa tanto comuna como universo, tal como el kósmos griego, lo cual impregna al mir de una connotación religiosa, más allá de la organización social. Christopher Hill adhiere, para él, mir además de comuna rural, es “el mundo”, “el universo” y la “paz”.

Hill dice que “era un error hablar de ‘el campesinado’ como grupo social único, como fuerza política, única, porque la realidad era que ese campesinado estaba dividido por intereses de clase en conflicto” (Hill; p. 86; 1983). Siguiendo a Lenin, (lo mismo hace también Vazeilles) establece en la cúspide, a los grandes terratenientes, eran el 0,002% de la población rural, eran dueños del 27% de la tierra. En segundo lugar, los kulaks, agricultores ricos, cultivaban más de 53 acres, eran el 12% de la población rural, poseían el 31% de la tierra. En tercer lugar, los campesinos medios, pequeños propietarios, cultivaban de 35 a 50 acres, eran el 7% de la población y controlaban el 7% de la tierra. En el último puesto, los campesinos pobres, cultivaban menos de 35 acres, dependían del trabajo para otros agricultores, eran el 81% de la población rural y sus tierras corresponden al 35% del total.

Richard Lorenz explica la diferenciación social del campesinado: “La mayoría de los propietarios eran campesinos medios, pero los estratos superiores del campesinado concentraban la mayor parte de la superficie sometida a este régimen jurídico [...]; la posesión y el alquiler de aperos de labranza y la concentración de jornaleros contribuyeron al fortalecimiento de este sector [...]; además de la propiedad de la tierra y del ganado, hubiese que tomar en cuenta el trabajo asalariado, los contratos de arriendo, la inversión en equipo y las estadísticas fiscales [...]; cuatro grandes estratos: el proletariado rural, los campesinos pobres, los campesinos medios y los kulaks. Al proletariado rural pertenecían todos aquellos habitantes del campo que trabajaban para campesinos de estratos superiores o en explotaciones comunales o estatales o en fincas en las que faltaba la cabeza de familia. Los campesinos pobres eran dueños de explotaciones minúsculas, insuficientemente pertrechadas de ganado y aperos. Para alcanzar unos ingresos que les permitiesen subsistir, estos semicampesinos se veían obligados a alquilar sus aperos de labranza, arrendar sus tierras o buscar un empleo adicional. El grupo más numeroso estaba formado por los campesinos medios. Normalmente, poseían tierra y aperos en cantidad suficiente para ganarse el sustento con la ayuda de sus familias y para economizar cuando menos un pequeño excedente. Excepcionalmente contrataban jornaleros, sobre todo en la época de la cosecha. En el caso de que tomasen otras tierras en arriendo cultivaban por sí mismos. Por el contrario, los kulaks contrataban sistemáticamente mano de obra asalariada a fin de producir más de lo que necesitaban para cubrir su propio consumo. Se trataba de los campesinos acomodados, los ricos del pueblo o pequeños capitalistas rurales, cuyas explotaciones eran dirigidas de una forma más racional y estaban orientadas a la consecución de un beneficio. Disponían de una superficie de cultivo que, en término medio, solía ser grande; además tomaban otras tierras en arriendo y alquilaban ganado y apero a los campesinos más necesitados” (Lorenz, p. 291–2, 1975)

“Entre los campesinos acomodados –continúa Wolf– había muchos que se hacían prestamistas de dinero a los pobres” (Wolf; p. 98). El préstamo era personal, ya que las tierras no podía hipotecarse. Los campesinos acomodados, los kulaks, eran llamados “devoradores del mir”, y llegaron a dominar las aldeas económica, social y políticamente. Dominaban el mir a pesar de su base igualitaria. En este punto, también están de acuerdo Wolf, Vazeilles y Hill.

En 1864, se crearon instituciones rurales denominadas zemstvos, destinados a la condensación de los sentimientos reformistas opositores a la estructura centralizada de la monarquía zarista. Los zemstvos eran representativos y sus funciones eran locales (construcción y conservación de caminos, creación y dotación de personal educativo y de salud, y funciones de tipo agrícola). Las reglas electorales limitaron la participación campesina, la nobleza y la población urbana tenían representación mayoritaria. Los campesinos tenían un 40% de los representantes, la proporción se redujo, en 1890, a 30%. Carecían de facultades para trabajar a otro nivel que no sea distrital. Los zemstvos eran políticamente ineficientes, pero posibilitaron a la intelectualidad algunas reformas educativas, pero estaban limitados, “muchos de los desilusionados 'terceros elementos' del zemstvo –como se denominó a la intelectualidad de los zemstvos, como tercer grupo después de los burócratas del Estado y los representantes electos– se unirían a los revolucionarios y a la causa de la Revolución que habría de derribar al antiguo régimen” (Wolf; p. 110).

En el siglo XX, Rusia ya no era una sólo un país de campesinos, la industrialización se hacía cada vez más rápidamente. La relación entre la industria y la agricultura era estrecha desde el siglo XVII, especialmente en el norte, donde la falta de tierras negras favorecía la industria. “A finales del siglo XVIII, entre una quinta y una tercera parte de la población masculina adulta de las provincias del norte había encontrado medios de subsistencia no agrícolas” (Wolf; p. 110). “El porcentaje de trabajadores empleados en fábricas de 1000 trabajadores o más aumentó así del 27.1% del número total de trabajadores en 1866, hasta el 45.9% de todos los trabajadores en 1890” (Wolf; p. 112). Ya en 1895, los asalariados rusos, con el 42% de todos los trabajadores, superaban a Alemania, donde el porcentaje era de 15. Gracias al capital extranjero, el atrasado imperio eslavo, tenía mayor concentración productiva que el gigante Estados Unidos. El proceso transformaba campesinos en obreros de tiempo parcial, y a obreros de tiempo parcial en obreros de tiempo completo. Vazeilles cita a Trotsky al respecto: “la agricultura se mantenía, con pequeñas excepciones, casi en el mismo nivel que en el siglo XVII, la industria, en lo que a su técnica y a su estructura capitalista se refería, estaba en el nivel de los países más avanzados, y, en algunos aspectos, los sobrepasaba” (Trotsky en Vazeilles, p. 32; 1971). Las condiciones a las que estaban sometidos los obreros dentro de las fábricas eran paupérrimas, para Vazeilles es Gorki, en La madre, quien mejor lo expresa, describiendo un aire saturado de humo y grasa, hombres sombríos con los músculos entumecidos por no dormir, que vivían en casuchas grises. “La fábrica se había tragado una jornada más, y las máquinas habían succionado de los músculos del hombre toda la fuerza que necesitaron. El día se borró de la vida, sin dejar ningún rastro; el hombre había dado un paso más hacia la sepultura [...]. Había, sin embargo, algunos que decían cosas nunca oídas en el barrio obrero. Nadie las discutía, pero sus palabras eran oídas con desconfianza. Aquellas palabras provocaban en algunos una irritación ciega; en otros, confusa inquietud; en otros, aún, una sombra de esperanza en algo poco claro. Luego, los hombres comenzaban a beber más para escuchar aquella alarma molesta e innecesaria” (Gorki en Vazeilles, p. 35–6; 1971). Según Vazeilles, esas inquietudes se transformaron el rebeldías, pero que no podían ser expresadas, porque la “ley penal de 1874 prohibía la formación de sindicatos, castigando con la prisión o el destierro a los promotores de ‘asociaciones destinadas a enfrentar a los trabajadores con los patrones’” (Vazeilles, p. 36; 1971). Pero el movimiento huelguístico intensificaba su incremento, en 1893, el Ejército Imperial reprimió diecinueve huelgas. De las simples reivindicaciones económicas de los trabajadores, las huelgas comenzaron a tomar contenidos políticos.

“La Corte del zar Nicolás II resultó el resumen más acabado de las características de la nobleza rusa y su decadencia. A este zar le gustaba repetir que él era el primer cortesano y el primer terrateniente. En ningún momento de las serias crisis políticas que le tocó vivir quiso poner en cuestión seriamente lo que él consideraba su ‘derecho divino’ a gobernar el pueblo ruso. Todas las reformas liberales que aprobó, las hizo como concesiones que le fueron arrancadas por la fuerza, y parecía dispuesto a anularlas no bien le soplaran vientos más favorables. Su personalidad era esencialmente mediocre” (Vazeilles, p. 43; 1971). Por su parte, la zarina Alejandra, era “alemana y originalmente princesa de Essen, sólo se distinguía de su marido en el mayor celo y coherencia con que defendía e impulsaba la política autocrática. Sus masivas al zar muestran continuamente consejos que lo incitaban a la dureza, a mantener intactos los principios monárquicos” (Vazeilles, p. 44; 1971). Otro personaje cortesano, era Grigori Rasputín (llamado cariñosamente “amigo” por la zarina). Se dice que ella atribuía un poder mágico a Rasputín sobre la hemofilia de su hijo. “El carácter profundamente supersticioso de muchos miembros de la nobleza es proverbial. La mayoría de los historiadores coinciden en que, a medida que la monarquía y la nobleza se aíslan del proceso social, aumenta su proclividad a la superstición (Vazeilles, p. 45; 1971).

Para Wolf, los nobles eran débiles. No eran grandes poseedores de tierras, no podían ejercer poder contra el Estado. El zar se encargaba que la condición nobiliaria no fuera autónoma, sino dependiente de un sistema de organización servicial, “el sistema burocrático de organización tenía preeminencia sobre cualquier nexo personal de fidelidad” (Wolf; p. 116). Cada vez más disconformes del orden establecido, en especial desde las guerras napoleónicas, se habían refugiado en círculos, logias y sociedades secretas, cada vez más antagónicas al régimen. El 14 de diciembre de 1825 se produjo el alzamiento llamado “decembrista”, insurrectos contra el zarismo, militares y funcionarios civiles trataron de producir una “revolución desde arriba”. Incapaces política y económicamente, la revuelta no dio frutos. [El lema de Iskra, La Chispa, periódico que publicarán Lenin y Plejánov, era una frase escrita en una carta por un grupo de decembristas exiliados en Siberia y dirigida a Puchkin: “Una chispa encenderá la hoguera”]. Estaban influidos, en cierta medida, por la Revolución Francesa, buscaban acabar con la autocracia, la servidumbre, establecer una república y entregar tierras a los campesinos.

También en 1825, debido a la necesidad del estado de doctores, ingenieros y profesores, se creó la universidad, la educación se transformó en otro camino. “Entre 1880 y 1940, los hijos de los obreros y de los artesanos que estaban en las universidades aumentaron del 12.4% al 24.3% de todos los estudiantes. Los hijos de los campesinos constituían sólo el 3.3% en 1880; pero en 1914 representaban el 14.5% de los estudiantes universitarios” (Wolf; p. 119). La educación dio origen al personal técnico requerido como a una nueva e incontrolable intelectualidad, antagonista al poder absoluto del Estado. “El pensamiento expresado libremente era rebelión, y toda persona que pensara normalmente estaba expuesta a ser víctima de represión antes o después [...] a Lenin en la universidad [...] las universidades procuraban regularmente un cupo de revolucionarios [...] muchos dirigentes bolcheviques ingresaron en la política a través, primero, de los movimientos estudiantiles” (Hill; p. 36; 1983) Los intelectuales, continúa Eric Wolf, comenzaron así una política de conspiración clandestina, difundida también por toda Europa y América Latina, pero con especial énfasis en Rusia, Hill concuerda, “en la política revolucionaria rusa ha habido un tema constante: la exigencia de una federación sólidamente trabada de grupos conspirativos unidos por una voluntad única” (Hill; p. 67; 1983).

La burguesía rusa dependía totalmente del comercio exterior y del capital extranjero, sin quienes no habrían podido sobrevivir, por eso Trotsky califica a la burguesía rusa como “semicompradora” (Trotsky; p. 17; 1932). Hill dirá que dependen de occidente respecto a capital, técnica e ideas políticas.

En Europa Occidental, dice Christopher Hill, en los siglos XVII, XVIII y XIX se habían desarrollado clases mercantiles e industriales, al amparo del desarrollo capitalista, que habían arrebatado el poder (primero económico, luego político) a los nobles y a las monarquías absolutas. En Rusia, no surgió una clase media independiente. Su comercio estaba en manos extranjeras y sus pocas industrias, en las del zar y los nobles. La clase media se desarrolló muy tarde y muy lento. Al no tener independencia política, no tenían ideas liberalistas, la filosofía de la burguesía ascendente en Occidente. El poder del zar era autocrático, él era el único depositario, apoyado en un aparato burocrático corrompido y una aristocracia omnipotente en el campo y dueña de los cargos de importancia militares y administrativos. En los años setenta y ochenta del siglo XIX, surgen los intelectuales narodniki (populistas, de narod, pueblo), quienes creían que Rusia podía pasar directamente al socialismo sin pasar por la industrialización. Eran aristócratas, terratenientes avergonzados de vivir a costa de los campesinos, aunque temieran al campesinado real. No iban a los pueblos, porque era difícil que los campesinos, analfabetos, les entendieran. Los campesinos eran dominados por los popes, quienes les infundían la esperanza que el zar (tan distante e hipotético como Dios) un día los vendría a salvar. Como “hijuelo”, dice Christopher Hill, narodniki, surge el primer círculo marxista ruso, Grupo para la Emancipación del Trabajo, fundado en 1883, su figura más eminente, Plejánov, gracias a su talento propagandístico pronto se diferenciaron netamente de los narodniki. Los cambios sociales, aquí concuerdan Hill y Wolf, llegaron con la rápida industrialización de las tres últimas décadas del siglo XIX, financiado, casi por entero, por el capital extranjero.

“Aunque los campesinos pagaron su liberación –escribía Lenin– no lograron ser hombres libres; siguieron estando atados por veinte años más; se les redujo a la más ínfima condición y así han estado hasta hoy [abril de 1901]: podían ser azotados, tenían que pagar impuestos especiales, no tenían derecho a salir libremente de la comuna semifeudal ni disponer a su albedrío de sus tierras y menos aún establecerse en cualquier otro territorio del Estado ruso”.

“En el Congreso de 1903, iniciado en Bruselas y terminado en Londres, los motivos de la división fueron –por lo menos aparentemente– de carácter organizativo. Los desacuerdos que se volvieron definitivos fueron: 1) acerca de la composición del Comité de Redacción de Iskra, y 2) sobre si el derecho a ser miembro del Partido Social–Demócrata implicaba o no la obligación de desarrollar una militancia activa en un organismo partidario” (Vazeilles, p. 58; 1971).

“Lenin y Plejánov querían un Comité de Iskra reducido [excluyendo algunos miembros]. Por otro lado, sostenían la nesecidad de que todo miembro del partido fuera militante activo. Como triunfaron en la votación, pasaron a llamarse fracción ‘bolchevique’ (mayoría). La fracción minoritaria, con Mártov a la cabeza, pasó a llamarse ‘menchevique’. Es de hacer notar que el Congreso se había dividido en otras votaciones de manera diferente. Esto muestra que la social–democracia experimentaba un período de formación y transformación de su conciencia política. También abona esa conclusión el hecho de que Plejánov, que había defendido en el Congreso con más ardor que Lenin las posiciones bolcheviques, se pasara en muy poco tiempo a la fracción menchevique” (Vazeilles; p. 60; 1971).

2. El “ensayo general” o “preludio”: la Revolución de 1905

“La causa fundamental de la Revolución rusa, por consiguiente, fue la incompatibilidad del estado zarista con las exigencias de la civilización moderna” (Hill; p. 24; 1983). La pérdida de la guerra con Japón desencadenó la revolución de 1905, los desaciertos entre 1914 y 1917 provocaron la caída de un sistema ineficiente y corrupto. Vazeilles reconoce la guerra como “elemento desencadenante de las revoluciones de 1905 y 1917, pero de ninguna manera fueron su ‘causa’” (Vazeilles; p. 23; 1971). La revolución pone fin a la Edad Media rusa, según Hill, de la misma forma que los ingleses en 1640 y los franceses en 1789 terminaron las suyas.

“En esa situación [Vazeilles había descrito los inconvenientes del ejército ruso frente al japonés] se desencadenó la revolución de 1905, que Lenin llamara el ‘ensayo general’ y Trotsky, el ‘preludio’, en ambos casos, de la revolución definitiva. A la luz de ciertos aspectos fundamentales de ese proceso revolucionario, esas caracterizaciones resultan acertadas” (Vazeilles, p. 62; 1971).

El 22 de enero de 1905, en San Petersburgo, hubo una huelga general, el pope Gapón (mitad asistente social, mitad policía), marchó liderando una manifestación de obreros en demanda de la liberación de huelguistas encarcelados. Pero al llegar al Palacio de Invierno fueron baleados por las fuerzas de seguridad. La caballería cosaca cargó sin piedad contra la indefensa multitud. Se calculan los muertos como más de mil, y muchos más fueron heridos, ese fue el “domingo sangriento”. Los obreros entendieron que el zar, aquella figura paternal a quien habían pedido amparo contra los patronos, en realidad estaba delante de ellos. “Después del ‘domingo sangriento’, nadie podía dejar de ver que en Rusia el progreso hacia las libertades más elementales sólo era posible por medios revolucionarios” (Hill; p. 100; 1983). Vazeilles difiere acerca de la fecha del “domingo sangriento”, para él fue el 9 de enero, y el pedido, para él, se buscaban reivindicaciones obreras, como la jornada de ocho horas (Vazeilles, p. 63; 1971). Sea como fuere, Hill y Vazeilles afirman la intensificación de las huelgas. Hubo también, para Hill, revueltas campesinas.

Para Lenin, la revolución fue “democrático–burguesa puesto que el objetivo que se proponía, y que podía alcanzar directamente con sus propias fuerzas, era la república democrática, la jornada de ocho horas y la confiscación de los inmensos latifundios de la nobleza, medidas todas ellas que la revolución burguesa de Francia llevó a cabo entre 1792 y 1793. La revolución fue a la vez una revolución proletaria no sólo por ser el proletariado su fuerza dirigente, la vanguardia del movimiento, sino también porque el medio específicamente proletario de lucha, la huelga, fue el medio principal para poner en movimiento a las masas y el fenómeno más característico del desarrollo, en oleadas sucesivas, de los acontecimientos decisivos [...]. En el fragor de la lucha se formó una organización de masas original: los célebres Soviet de Diputados Obreros, o asambleas de delegados de todas las fábricas. Estos Soviet de Diputados Obreros comenzaron a desempeñar, cada vez más, en algunas ciudades de Rusia el papel de gobierno provisional revolucionario, el papel de órganos y dirigentes de las insurrecciones [...], sigue siendo el prólogo de la futura revolución europea” (Lenin en Vazeilles, p. 67 a 70; 1971).

La rebelión se extendió dentro de las fuerzas armadas, entre las tropas y los suboficiales, contra los oficiales. En el puerto de Odesa, el 14 de junio de 1905, se produjo el amotinamiento del acorazado Potemkin.

La firma de una paz humillante frente a Japón. En agosto, el zar promete convocar una asamblea consultiva. En octubre, la huelga general fue la base para la formación del soviet de delegados obreros de San Petersburgo. El 30 de octubre, mediante un manifiesto, el zar anuncia la creación de una asamblea legislativa (la Duma, que, en teoría, tenía que controlar el gasto del Estado y la política del gobierno), “junto con la inviolabilidad de la personal, la libertad de conciencia, de palabra, de reunión y de asociación” (Hill; p. 101; 1983). El Soviet de San Petersburgo se transformó en la principal institución de la organización obrera. Estaba dirigido por Trotsky y los mencheviques. Durante dos meses, se dedicaron a la continua agitación de masas. La mayoría de sus miembros fueron detenidos. Proclamada estaba ya la libertad de prensa y la jornada de ocho horas. Además habían efectuado una huelga de impuestos y advertido a los inversores extranjeros que las deudas zaristas no serían pagadas tras la victoria revolucionaria. El Soviet de Moscú tenía mayoría bolchevique, el 22 de diciembre estalló una insurrección armada que controló la ciudad durante 9 días, fue reprimida implacablemente (el alzamiento, para Vazeilles, fue el 7 de diciembre). En otras partes del país se produjeron levantamientos y motines, pero la revolución, como movimiento organizado, había sido vencida. Se originó el constitucionalismo: el zar Nicolás II se vio obligado a aceptar una Constitución. Dos meses actuó la Duma antes de ser disuelta. La oposición dentro de la Duma se retira a Finlandia, llama al país a no pagar los impuestos y a no reconocer los préstamos no consentidos por la Duma, el pueblo no responde. La revolución de 1905 había sido vencida.

“1905 cavó la tierra profundamente y arrancó de raíz prejuicios de siglos: despertó a millones de trabajadores y a decenas de millones de campesinos a la vida política y a la lucha política”, dijo Lenin. El proletariado se organizaría desde los soviet, que habían surgido en una docena de ciudades por lo menos. Eran instituciones democráticas espontáneas. “Los soviet podían ser utilizados no sólo como plataformas de protesta y propaganda, sino también como centros organizadores de la revolución” (Hill; p. 104; 1983).

“Lo que surge como novedad en un proceso revolucionario moderno, en la Rusia de 1905, son los soviet, los consejos obreros. Surgen en el cuadro de una movilización donde la huelga aparece por primera vez como un componente de la movilización general, que naturalmente se identifica con el carácter amplio y masivo que tiene cualquier revolución [...]. El país que no ha consumado una revolución moderna, burguesa, ya no podrá hacerlo dentro de los límites de un orden burgués. Las tareas de la modernización del país serán el subproducto de una revolución que tendrá como protagonista decisivo al movimiento obrero. Al proletariado. Esta gran conclusión estratégica es la que va a llevar a los bolcheviques al poder en 1917, imponiendo ese gobierno victorioso, que a su turno es la manifestación empírica, práctica, de la caracterización que incluso los dirigentes del partido habían hecho hacía algunos años, en la época en que el marxismo analizó en el inicio del este período, el fenómeno del imperialismo. Con el imperialismo todo país se transforma en un país capitalista. No porque sean todos iguales entre sí sino porque en cualquier país la producción capitalista es la dominante. Ordena y jerarquiza al conjunto de un modo muy preciso (Rieznik; p. 116; 2003).

En 1912, Lenin publicó el primer periódico bolchevique legal, la Pravda. Mediante las subscripciones, averiguó la procedencia de los fondos y los apoyos del partido. Lenin introdujo en Rusia cartas, literatura ilegal y armas. Llegó a conocer a la perfección los movimientos revolucionarios rusos, sus problemas y los hombres que los componían, tanto fuera como dentro del país. Lenin escuchaba todas las partes de un debate. Luego, concluía desde su criterio, y lo defendía con firmeza y tenacidad. Como presidente del Consejo de Comisarios de Pueblo, tras la revolución bolchevique, conseguía una síntesis superadora de los criterios contrapuestos, de tal forma, que convencía a los defensores de las distintas tesis.

3. Las Revoluciones de 1917: de febrero a octubre

“En 1917, en dos revoluciones, el pueblo ruso destronó a su zar, quitó el carácter oficial y de Estado a su Iglesia y expropió a su aristocracia” (Hill; p. 17; 1983). “[En 1905] El zar fue sostenido frente a una revolución burguesa por miedo a que esta llegara demasiado lejos. Sin embargo, cuando el gobierno del zar tubo que pagar el precio por participar en una guerra contra Alemania, los intereses de los capitalistas, tanto rusos como de los demás países occidentales, coincidieron en un objetivo: estimular el desarrollo del parlamentarismo liberal y el control burgués, lo cual produjo, finalmente, la Revolución de Febrero de 1917” (Hill; p. 30; 1983). “[...] un movimiento de obreros y soldados de Petrogrado barrió a la autocracia [...]. Se formó un gobierno provisional que representaba a los partidos de la oposición liberal con mayoría en la Duma. Este gobierno cedió al radicalismo reinante publicando un manifiesto en que prometía libertad de palabra, prensa, reunión y asociación; derecho de huelga; abolición de todos los privilegios de clase y nacionales; organización de una milicia popular con oficiales elegidos democráticamente; elecciones para los organismos locales de gobierno y una Asamblea Constituyente sobre la base del sufragio universal, igual, directo y secreto. El zar abdicó” (Hill; p. 39; 1983).

“La insurrección popular de febrero comenzó el día 23 de ese mes, del año 1917, y sólo cinco días después consumó el proceso de derrocar definitivamente a la autocracia zarista. Este fue el aspecto que más sorprendió a todos los sectores políticos” (Vazeilles, p. 77; 1971). Se lanzaron a la huelga y la movilización callejera, 90.000 obreros, sin incidentes con la policía o las tropas. Al día siguiente, “el movimiento creció. La huelga se extendió a la mitad del proletariado de San Petersburgo. Grandes masas proletarias con banderas rojas, cantando himnos revolucionarios se lanzaron a las calles y plazas” (Vazeilles, p. 79; 1971). Se sumaron los estudiantes y otros sectores. El 25, el movimiento era casi una huelga general. Un grupo obrero se dirigió a un cuartel a denunciar soldados que dispararon contra los manifestantes. El cuartel quedó desiertos, los soldados y obreros fueron al lugar del hecho. Se unían a ellos en la insurrección. El 26 la policía fue retirada, contra las masas no podían mucho, y además, su presencia no calmaba los ánimos. Los soldados se negaron a reprimir. El decisivo día 27: “Desde temprano, los obreros que concurren a las fábricas realizan asambleas que por unanimidad resuelven continuar la huelga y el movimiento. Paralelamente, los regimientos se van sublevando uno tras otro” (Vazeilles, p. 83; 1971). Se unieron grupos de obreros armados a soldados, en la destrucción de comisarías y cuarteles de gendarmes (incluso el cuartel general). La mayoría de los no sublevados permanecieron neutrales. Quienes intentaron resistir fueron reducidos. Durante 5 días, hubo un millar y medio de muertos en San Petersburgo. La revolución se produjo en otras ciudades simultáneamente.

Trotsky se pregunta quién dirigió la insurrección de febrero, los obreros, responde, “conscientes y templados, educados principalmente por el partido de Lenin” (Trotsky en Vazeilles, p. 87; 1971).

“El 1º de marzo por la noche el zar fue informado de que no contaba con ningún apoyo militar serio. Finalmente, el día 2, a las 3 de la tarde, abdicó, prestando un consentimiento puramente formal a una irreversible situación de hecho, aunque él creyera que todavía el suyo era un acto libre” (Vazeilles, p. 88; 1971).

Para Hill, bolcheviques y mencheviques mantuvieron políticas similares (apoyo crítico al gobierno provisional, la paz, pero apoyo al esfuerzo de guerra y la convocatoria a la Asamblea Constituyente) hasta el regreso de Lenin, en abril, que trajo consigo un profundo cambio. Pidió paz inmediata. Ocupación inmediata de tierras por los campesinos. Inmediata transferencia de todo el poder a los soviet, “un congreso de Soviet podría muy bien sustituir a la Asamblea Constituyente” (Hill; p. 111; 1983). Por tanto, la entrega del poder político al proletariado. “En general, dentro y fuera de su Partido, Lenin quedó bastante solo en su posición política sustentada en las Tesis” (Pravda, 8 de abril de 1917, en Vazeilles, p. 108; 1971). “No había pasado un mes cuando en la Conferencia de fines de abril del partido bolchevique la línea política de las Tesis de Lenin fue aprobada” (Vazeilles, p. 110; 1971).

Para Lenin, en Rusia gobernada un “doble poder”: “Al lado del gobierno provisional, el gobierno de la burguesía, se ha desarrollado otro gobierno, todavía débil, en embrión, pero sin duda real y ascendente: los soviet de delegados de los obreros y de los soldados”. Este gobierno “es una dictadura revolucionaria, un poder basado no en leyes hechas por un poder centralizado, sino... en la iniciativa directa de las masas desde abajo”, de la misma manera que el propio gobierno provisional era “una dictadura, o sea, un poder basado no en leyes ni en la voluntad del pueblo previamente expresada, sino en la fuerza que le permitió hacerse con el poder” (Hill; p. 112; 1983).

Durante las “jornadas de julio”, el 16 y 17, marcharon espontáneamente medio millón de obreros y soldados de Petrogrado, queriendo asumir el poder. Los bolcheviques, tan sorprendidos como el gobierno, intentaron evitar que las manifestaciones devengan en insurrección armada. El gobierno, tras tomar medidas contra los soviet (como la destrucción y destrucción de Pravda), se declaró independiente de los soviet, marcando el final del “doble poder”. Los bolcheviques se transformaron en un partido proscrito.

En septiembre, el comandante en jefe del ejército, general Kornilov, intentó dar un golpe de estado. Fue derrotado por los obreros y los soldados, dentro y alrededor de Petrogrado, movilizados por los bolcheviques, a través de los soviet, contra Kornilov. El prestigio de los bolcheviques aumentó enormemente como salvadores de Petrogrado. Surgen tendencias entre mencheviques y socialrevolucionarios que quieren romper con los cadets (liberales, Kerenski y el gobierno provisional) y unirse a los bolcheviques. Los soviet de Petrogrado y Moscú recobran su vigor y energía. Eluden la orden de desarme de Kerenski y disolución de los destacamentos formados para enfrentar a Kornilov. Una vez más, el doble poder. En el ejército, los comisarios del gobierno provisional habían perdido su poder; en muchas poblaciones provinciales, el verdadero poder era el de los soviet locales, aún mucho antes de los hechos de Petrogrado.

El 3 de noviembre (21 de octubre) los jefes bolcheviques se reunieron. Lenin dijo: “El 6 de noviembre (24 de octubre) sería demasiado pronto. Es necesario que la insurrección se apoye en toda Rusia. Ahora bien, el 6 no habrán llegado aún todos los delegados al Congreso. Por otra parte, el 8 de noviembre (26 de octubre), sería demasiado tarde. En esa fecha está organizado el Congreso, y es difícil para una gran asamblea constituida tomar medidas rápidas y decisivas. Es el 7 (25 de octubre) cuando debemos proceder, o sea, el día de la apertura del Congreso, a fin de poderle decir: ‘Aquí está el poder. ¿Qué vais a hacer con él?’” (Reed en Vazeilles, p. 138; 1971). “El 26 de octubre se produjo el desenlace, es decir, la caída del gobierno provisional. Según Trotsky, la insurrección estaba prevista para el día 25 (lo cual coincide con la anterior trascripción de John Reed sobre el discurso de Lenin), pero comenzó con antelación y terminó después de lo previsto, es decir, recién en la noche del día 26 de octubre” (Vazeilles, p. 143; 1971).

4. Hacia la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas

“En Rusia hubo una revolución obrera, ¿estaba madura Rusia para una transformación socialista? ¿Rusia estaba en un nivel de desarrollo tal que, agotándose el capitalismo, tenía que pasar a una forma social superior o Rusia sufría, con todas sus contradicciones, de falta de capitalismo? ¿Estaba por lo tanto madura para encarar una reorganización de la sociedad, con la gestión social de los medios de producción, a escala de producción adecuada? La respuesta es, definitivamente, que no lo estaba. Pero hay que tener cuidado con esta respuesta que puede parecer, en una primera aproximación, una visión novedosa, después de todo un largo período transcurrido. Esta idea de que Rusia no estaba madura para el socialismo es la idea por la cual el partido dirigente de esa revolución tomó el poder. Los dirigentes del Partido Bolchevique, de la naciente Unión Soviética, respondían al unísono que Rusia no estaba madura para el socialismo [...]. Se esperaba que en Alemania hubiera una revolución inmediatamente después que en Rusia. Y efectivamente se produce una revolución en 1918, que será la que instaló la república. Hasta 1918 hubo en Alemania un káiser. Pero esa revolución triunfa como contrarrevolución, aunque esto parezca una contradicción. La emergente República de Weimar se desenvolverá no como consecuencia de un hecho revolucionario sino de uno contrarrevolucionario. Se expulsa al káiser y se fusila a la dirección del partido que quería hacer la revolución obrera. Los que hacen la ‘revolución’, a la que llamamos ‘contrarrevolución’ son los que asesinan en 1919 a Rosa Luxemburg y a Karl Liebknecht, los dirigentes del Partido Comunista alemán y que pretendían que el movimiento obrero se hiciera cargo del poder, estableciendo una federación única con Rusia y abriendo un período de revolución socialista internacional. Ellos son fusilados y la revolución queda recortada en un ámbito nacional, tomando las formas parlamentarias, las formas constitucionales, de toda transformación burguesa, pero ahora en otro contexto: no revolucionario, sino contrarrevolucionario [...] Rusia estaba hecha pedazos por los resultados tanto de la primera guerra mundial como de la guerra civil interna. Después de la victoria de la revolución obrera, Rusia se queda casi sin obreros –y tampoco estamos hablando metafóricamente–. Las pocas industrias que había estaban destruidas. Los obreros que trabajaban en esas fábricas, sus mejores dirigentes, pasaron al aparato del Estado, su infraestructura productiva estaba liquidada. Se trata de una situación extremadamente dramática, que tiene que ver con los debates que se dan en 1919, en 1920 y en 1921, sobre la política económica en el nuevo país de los soviet” (Rieznik, p. 117 a 119; 2003).

“Tras la Revolución de Octubre el poder fue asumido por el Segundo Congreso de los Soviet, que inició sus sesiones el 8 de noviembre y en el cual los bolcheviques tenían una mayoría clara” (Hill; p. 121; 1983).

El 8 de noviembre, coincidiendo así Hill, con Reed, Trotsky y, por tanto, con Vazeilles, “Lenin anunció el programa del gobierno soviético: propuesta de paz inmediata para todas las naciones; reparto de la tierra entre los campesinos; control obrero de la producción y la distribución de mercancías; control nacional de la banca. El Segundo Congreso de los Soviet, que se inauguró aquella misma tarde, aprobó este programa. En los días siguientes se abolieron todas las distinciones basadas en la clase, el sexo, la nacionalidad y la religión, fueron nacionalizados los bancos, los ferrocarriles, el comercio exterior y algunas grandes industrias” (Hill; p. 155–6; 1983).

También se promulga una ley que establece que “la tierra, el ganado y las maquinarias serían puestos bajo control de los comités agrarios elegidos por cada localidad rural [...]. El efecto de la ley fue devastador. El partido socialrevolucionario se partió de arriba abajo, y su ala izquierda expresó su adhesión al gobierno soviético [...]; por su parte, el campesinado se sintió unido a los bolcheviques por los lazos firmísimos del interés propio” (Hill; p. 157; 1983).

El 29 de diciembre, quedó establecido el principio de elección de los oficiales hasta el nivel mismo de comandante en jefe; bajo la máxima autoridad del soviet y el comité de soldados. Era una medida política y provisional, el objetivo era mantener la unidad del ejército en tanto no se firmara la paz, había que vigilar estrechamente a los oficiales y a los jefes. En espera de la paz, los soldados aprendieron sobre democracia y administración.

El 13 de mayo de 1918 el gobierno estableció que todos los productos agrícolas (cereales destinados a la siembra y al consumo doméstico) serán entregados al estado a precios fijos, para evitar el acaparamiento de alimentos en las grandes ciudades. Se organizaron los “comités de campesinos pobres” (quienes no emplearan otros trabajadores), que confiscaron los excedente y los distribuyeron en los pueblos, también distribuyeron aperos. Cuando estos métodos se consideraron insuficientes, partieron obreros de las fábricas hacia el campo, para obtener ellos mismos las cosechas y distribuirlas entre ellos y los campesinos que los ayudasen y orientasen. En las ciudades se reimplantó el racionamiento. A lo más que se pudo llegar fue al reparto equitativo de la escasez. La moneda de devaluó.

El 28 de junio de 1918 se terminó el sabotaje industrial, las empresas empezaron a ser nacionalizadas. Se nacionalizaron 2.000 grandes empresas, y en diciembre de 1920 todas las fábricas y talleres que tuvieran más de diez trabajadores fueron nacionalizadas.

El terror fue posterior, producto de la invasión de las fuerzas imperialistas occidentales. “También fue producto de la inexperiencia de la máquina administrativa soviética, carente de archivos y documentación suficiente todavía para poder distinguir de sus amigos a sus ocultos enemigos, y sin medios para presionar sobre estos últimos, quienes no tenían otra cosa que perder, salvo sus vidas” (Hill; p. 121; 1983). Más tarde, dice Hill sobre la intervención aliada: “Es una historia que ha sido olvidada en Occidente, pero no en Rusia, donde costó la vida a millones de personas a causa de los combates, los asesinatos, el hambre y las enfermedades, y que ocasionó inmensos trastornos en la vida económica del país” (Hill; p. 142; 1983). Tres años, de 1918 a 1921, duró la intervención extranjera, el Estado se vio obligado a detener la reconstrucción del país. “Inglaterra, Francia, Japón y Estados Unidos financiaron, armaron y dieron apoyo militar directo a los generales blancos y convirtieron a Rusia en un inmenso campo de batalla” (Hill; p. 167; 1983). Un oficial británico testimonia que los contrarrevolucionarios, los blancos, se mantenían a fuerza de terror y no eran eficientes. “Creo –dice el oficial británico– que la mayoría de nosotros simpatizaba en secreto con los bolcheviques, después de las experiencias que tuvimos con la cobardía y la corrupción del otro bando” (Hill; p. 172; 1983). “La guerra civil tendría lugar, sí, en poco tiempo, pero no sería entre bolcheviques insurrectos y el gobierno de ‘socialistas moderados’, sino entre el nuevo gobierno surgido de los bolcheviques y las fuerzas militares del antiguo régimen, armadas y alentadas por Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y todas las potencias capitalistas, es decir, la guerra civil entre los ‘rojos’ y los ‘blancos’” (Vazeilles, p. 150; 1971).

Una ley del 26 de diciembre de 1919 obligaba a todos los ciudadanos entre los ocho y los cincuenta años que no supieran leer ni escribir, más del 50% de la población, a inscribirse en las escuelas estatales, en su lengua nativa o en ruso, según su preferencia. Estas leyes demuestran la intención del estado de dar autonomía total a los soviet locales.

Lenin y Trotsky estuvieron de acuerdo hasta finales de 1920 sobre la revolución mundial. Después, Lenin concluyó que había que situarla como objetivo último y ver en los procesos revolucionarios en otros lugares aliados casuales. La revolución, para Lenin, es un período histórico, no un acontecimiento único. Cada país aportará los diferentes matices a su revolución, según la forma de su democracia, de su dictadura del proletariado, de las diferentes fases de la vida social.

Los blancos fusilaron comisarios, oficiales, soldados o militantes. Murieron miles de obreros muy cualificados e intelectuales, posibles cuadros de mando para el Estado, para la reconstrucción económico política a partir de 1921, la tarea era más difícil que en 1918, y los apoyos carecían de experiencia y eran menos de fiar.

Para Lenin, la NEP (Nueva Política Económica, de 1921) era una pausa para tomar fuerzas, una retirada a gran escala, y la continuación de la vieja política, iniciada en 1918. La clase obrera estaba diezmada y exhausta. A la República Soviética la habían salvado los ejércitos de campesinos. Las ciudades eran abastecidas por la producción agrícola. El personaje clave de la NEP fue el campesino, “como primer paso, el gobierno soviético animó a los campesinos medios a producir alimentos para el mercado y combustible para la industria” (Hill; p. 177; 1983). “Lenin definió los principios básicos de la NEP del siguiente modo: 1) Son propiedad del Estado toda la tierra y ‘los niveles de mando en la esfera de la producción’; 2) Los pequeños productores tienen derecho a ejercer el comercio libremente; 3) El capitalismo de Estado tiene por objeto atraer capital privado y supone concesiones a los inversores capitalistas extranjeros, así como la creación de empresas de capital mixto, privado y estatal. Estos principios no fueron adoptados sin un fuerte forcejeo en el seno de los propios bolcheviques” (Hill; p. 178; 1983). Se tenía que alcanzar el nivel de desarrollo económico de Europa Occidental. “La ‘nueva política económica’ (conocida sintéticamente como la NEP) fue impulsada por Lenin como un ‘paso atrás’, un retroceso consciente y deliberado respecto del objetivo de lograr el socialismo para movilizar una economía atascada y luego emprender con más fuerza la construcción socialista. La NEP significó una suerte de concesiones a los campesinos ricos, a los comerciantes urbanos y aun al capital extranjero” (Vazeilles; p. 9–12; 1971).

El gobierno creó un Comisariado de las Naciones, a cargo de Stalin. Se federó la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR, proclamada en la constitución de 1918; y se reconocieron las autonomías de Ucrania, Bielorrusia y Transcaucásica, constituyéndose como repúblicas soviéticas separadas. En diciembre de 1922 se forma la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de la unión de las tres mencionadas y la RSFSR. Una Constitución federal unificó todos los territorios que habían pertenecido al imperio zarista, como en el sueño decembrista, cien años atrás. Todos y cada uno de los grupos nacionales dentro de la URSS tiene representación paritaria dentro del Comité Central Ejecutivo, una de las dos cámaras en que se dividía el órgano supremo de gobierno. Esto estaba establecido por la Constitución rusa de 1923, y fue ratificado diez años después de la muerte de Lenin. Los rusos, en elecciones, pueden ser derrotados por aquellos que habían sido excluidos de la Duma, quienes “no saben hablar el idioma ruso”. Territorios que habían sido abandonados por el anterior antiguo régimen (Siberia, Asia Central) prosperaron económicamente bajo la guía soviética. Se crearon nuevas líneas ferroviarias, fábricas, se introdujeron tractores y la radio. Se educaron pueblos que antes de 1917 eran analfabetos, en sus lenguas nativas. El sistema soviético permitió a los pueblos nómadas más primitivos autogobernarse y asimilar una cierta idea de democracia. Una estimación de 1921 demuestra las dificultades del estado soviético, según esta, el 20% eran pueblos que vivían aún en un estadio tribal o patriarcal, en la transición entre el tribalismo y el feudalismo.

5. Nosotros también

Al comienzo de esta cursada Chesneaux nos recordó que la Historia encierra la ambigüedad de un doble significado, “es el movimiento profundo en el Tiempo, a la vez que el estudio que de él se hace” (Vilar lo apoya). Chesneaux explica desde Marx, que la historia no actúa, es el hombre quien actúa, quien posee y quien lucha. El historiador no es objetivo, no posee libertad científica, reproduce en su actividad profesional, las conductas ideológicas de las que está nutrido. Son las significaciones del pasado las que cuentan, producto de la memoria colectiva, ayuda a la comprensión de la sociedad actual, a saber qué defender y preservar, qué derribar y destruir. “La historia es una relación activa con el pasado. El pasado está presente en todas las esferas de la vida social. El trabajo profesional de los historiadores especializados forma parte de la relación colectiva y contradictoria de nuestra sociedad con su pasado” nos recuerda Chesneaux.

Hill conoce estas concepciones acerca de la historia, nos dice que el apoyo a los blancos durante la guerra civil rusa fue “olvidado” por los historiadores de occidente, pero que en Rusia, esa historia todavía se recuerda en la sangre, en la sangre en la tierra y en las paredes, en los campos y en las calles...

La derecha juega una nueva carta, la carta del final de la Historia. Según ellos el pasado terminó, la Historia ya no continúa. Hay que dejar de mirar al pasado y seguir adelante. ¿Qué es lo que hay en ese pasado que tanto molesta a la derecha? Si ellos ya no quieren mirar, si ellos dicen que está terminado. Es porque continúa, porque la Historia no puede terminar, porque el ejemplo ruso, el genio de Marx y Lenin no caen en saco roto, sino que están a la espera de un nuevo genio que esté a la altura de tales maestros inspiradores... Dice Hill sobre Lenin: “La fuerza de su voluntad residía, en última instancia, en su profunda fe en la bondad del hombre, del hombre no corrompido por la propiedad” (Hill; p. 187; 1983). Lenin lo creía posible, no lo dudaba, creamos nosotros también.

Mat Elefzerakis

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