martes, 17 de julio de 2007

9 de Mayo de 2004



El 9 de mayo de 1950, el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, propuso la creación de una Unión Europea. En recuerdo de ese hecho, hoy, 9 de mayo, es el Día de Europa.

El 9 de mayo de 2004 el Ballet Griego Elefthería bailó en el Teatro Colón, como cierre de un espectáculo auspiciado y organizado por la delegación de la comisión europea en la República Argentina, bajo el lema “[Europa] Unida en la diversidad”, la culminación, el cierre, de la “Semana Europea” en Buenos Aires. A Elefthería le tocó una gran responsabilidad, el cierre, el número final, pero no sólo del espectáculo del 9 de mayo, en el intimidante Teatro Colón, sino de todos los espectáculos de la Semana Europea.

El Ballet Griego Elefthería deambuló sin rumbo fijo por el tercer subsuelo, donde los tenían “guardados”, junto a otros muchos grupos, en una enorme sala. Demasiado tiempo libre, nada que hacer. El tercer subsuelo es demasiado amplio para recorrerlo en su totalidad, comprobado por Mat y Juan Cruz, de la única forma posible, caminándolo, cuando fueron al baño.

El regreso de los chicos de Polonia marcó incertidumbre y curiosidad. Entraron en un estado similar a la actitud de los asistentes a un funeral. Sus ojos estaban llorosos, las lágrimas marcaban caminos en sus rostros, todos, hombres y mujeres, mostraban el mismo estado. Grecia había invadido Polonia. Al verlos llegar, Elefthería abandonó las sillas del sector polaco, pero pronto pequeños grupos griegos se acercaron a la pareja polaca que está más cerca. Una hermosa rubia de ojos claros que estaba de pie, delante de su pareja, acariciándole los cabellos, mientras él lloraba, como todos los demás. Contra los supuestos que Elefthería se había formado, ellos no habían bailado mal ni habían tenido problemas, están shoqueados por la emoción, la increíble emoción de haber bailado en el Colón. Les dicen que los aplausos se escuchan, literalmente, como si fuera LLUVIA, como el sonido del agua cayendo, no como una metafórica lluvia de aplausos...

Tras el intervalo, bailaron los lituanos. Impacientes por su vuelta, después de hablar con los polacos, quería observar el regreso de los lituanos, y conversar con ellos. Quería comparar su experiencia con lo que escuché de los polacos, quería anticipar las reacciones de Elefthería... El regreso de los lituanos fue igual al de los polacos.

Como antes de salir a la impresionante escena del Teatro Colón a bailar el cretense Pentozali, mientras esperaban la salida de Hungría, tras el telón, escuchamos, una vez más, esta vez más emocionante, la lluvia, porque ahora esa lluvia, en realidad miles de aplausos, era para nosotros, para nuestro esfuerzo, para nuestra dedicación, para nuestro trabajo. Esa lluvia de aplausos era para nosotros.

Pero no teniamos tiempo para emocionarnos, todavía había trabajo que hacer, mientras las chicas salieron a bailar la Souflitsouda tracia, los varones cretenses se sacaron los trajes y, ayudados por los varones que no bailaron, se vistieron con el traje negro rembétikos para salir a escena y terminar su participación, bailando la Danza de Zorbas... Cuando las chicas terminaron la souflitsouda, la lluvia se escuchó otra vez.

Terminada la Danza de Zorbas, Elefthería pudo ver lo que los otros grupos no pudieron, las dimensiones del Teatro Colón, lleno, en su plenitud, el origen de una increíble cantidad de aplausos que se escuchan como lluvia, porque esa lluvia no puede ser sólo producto de la acústica, sino del público, que ocupa la capacidad del Colón en plenitud. Las luces de sala nos dejaron ver al público, que nos ovacionaba de pie, mientras la lluvia no cesaba.

Entonces fuimos sensibles del significado de lo que acabábamos de hacer, acabábamos de ser obacionados de pie por un Teatro Colón colmado, todavía escuchábamos la lluvia. Lluvia que afectó nuestros corazones y nuestras emociones.

No es que nosotros, los Elefthería, estemos desacostumbrados al halagador sonido de los aplausos... Pero en el Colón fue distinto, no eran sólo aplausos, era más. Fue la lluvia... En la película Gladiator, de Redley Scott, un gladiador viejo, retirado, liberado por el benevolente imperador filósofo Marco Aurelio, dice a Máximo, un general devenido en gladiador, interpretación que le valió un Oscar a Russell Crowe, que, luego de la victoria, el Coliseo ruge como una tormenta... Como una tormenta, por supuesto, el Coliseo tenía muchísima más capacidad que el Colón, y en él se permitían gritos y vítores que en Colón están fuera de lugar. La metáfora es la misma, sólo que la mayor cantidad de público y su capacidad de expresar sus emociones más allá de los aplausos, permiten la metáfora de la violenta tormenta al Coliseo, mientras que sus características particulares, reducen al Colón a la metáfora de la aliviante lluvia.

Pensás demaciado, Mat.



Mat Elefzerakis

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